Estoy enamorado de una fantasma. De verdad, la deseo hasta con la última gota de mi sangre. La toco con mis vicios cuando los demás no me ven. Tengo hambre de sus manos, de sus ojos, de sus víceras. La miro de lejos y no puedo evitar sentir un escalofrío al detallar la perfección de su rostro, casi inexpresivo. A veces se me olvida que es una ilusión y le hablo desde mi silencio. “Llévame”, le digo, “ aunque eso signifique muerte”.
Bienvenid@ a la pequeña y escurridiza frontera entre el minicuento, la minificción y la poesía.
¿Puedes reflexionar, desaprender, perderte y volver a encontrarte desde lo breve?
En la brevedad siempre hay desconcierto
En la brevedad siempre hay desconcierto
domingo, 18 de julio de 2010
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