"¡... y si te vas, sabes lo que pasará!" le advirtió ella desde la cocina.
Él tomó su pequeña maleta y se fue.
De inmediato, en un acto de infidelidad apresurada, el cuchillo acarició delicadamente la piel de la mujer hasta penetrar justo el lugar que apenas había sido desocupado: el corazón... extasiada, pensó que nunca antes se había sentido amada tan rápida e intensamente como hasta ese momento... entonces, decidió rendirse al placer del frío acero.
Bienvenid@ a la pequeña y escurridiza frontera entre el minicuento, la minificción y la poesía.
¿Puedes reflexionar, desaprender, perderte y volver a encontrarte desde lo breve?
En la brevedad siempre hay desconcierto
En la brevedad siempre hay desconcierto
lunes, 11 de junio de 2007
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